Tita Merello

Un 11 de octubre de 1904, nació Laura Ana Merello, la querida actriz y cantante Tita Merello, quien dejó una huella imborrable como artista y como mujer. Nació en un  conventillo de San Telmo, sito en la calle Defensa 715, donde figura una placa recordatoria en su nombre.


Fue hija de un chofer, argentino, Santiago Merello, que falleció, tempranamente, a causa de tuberculosis. Y de la planchadora, uruguaya, Ana Gianelli. A los cinco años, luego de la muerte de su padre, fue trasladada a un orfanato porque su madre no podía cuidarla.


Luego de vivir en varios lugares y trabajar como criada, volvió al conventillo a los 12 años. Jamás pudo concurrir a la escuela, recibió educación formal de parte de Simón Irigoyen Iriondo. La soledad, la pobreza y el abandono emocional marcaron su personalidad.


“Yo me revestí. Me hice un vestido para pelearla a la vida de prepotente. Pero te darás cuenta que soy un perrito. Yo debo haber sido en otra generación un perro porque me dan ternura y muevo la cola. He vivido toda la vida añorando ternura que es el mejor de los sentimientos porque comprende amor y pasión. A mí me tratan bien y consiguen de mi cualquier cosa. La vanidad, la estupidez, la prepotencia, no sirven para nada”, declaraba Tita.


Con apenas 13 años debutó como corista en una zarzuela en el Teatro Avenida, sito en Av. De Mayo 1222, en el barrio de Monserrat. Corría el año 1922 cuando se presentó en El Bataclán, un teatro del Bajo Flores, para luego llegar al Teatro Maipo, ubicado en la calle Esmeralda 443, del barrio de San Nicolás, donde cantó su primer tango “Trago Amargo”.


Se la nombraba como la más rea del tango, por sus preferencias por los tangos humorísticos, irónicos o sarcásticos. Conquistó al público con su condición de arrabalera, su desenvoltura, su costumbre de decir lo que pensaba y sentía.


“Canto con el mismo tono de hace 40 años. ¿Yo imposte la voz? No. ¿Yo aprendí canto? No. ¿Yo fui a estudiar arte dramático? No. El arte dramático está en la calle Corrientes, angosta, cuando caminas toda una noche sin tener donde ir a dormir. Ahí se aprende el drama. Ahí se aprenden las pausas, el tono. En la oración, en la desesperanza, se aprende”, declaraba textualmente.


Tita sentía que tenía que transmitir lo testimonial y contestatario, por eso algunos de sus tangos preferidos fueron: ¡Qué vachaché!, Cambalache, Yira Yira, ¿Dónde hay un mango?, Tranquilo, viejo, tranquilo, Soy un arlequín, Los amores con la crisis, ¡Qué hacés, qué hacés!, ¡Que careta!, Che, Bartolo. Algunos con tintes autobiográficos como: Se dice de mí, Arrabalera, Pipistrela, Graciela oscura, La milonga y yo, Soledad, la de Barracas, entre otros.


Elegía su repertorio, su modo de expresarlo y así creaba su estilo, entre el recitado y el canto. Destacaba el decir y el recitado musical deliberado, que remataba con gestos y repliegues inesperados en la expresión de su rostro, sin perder jamás el dominio de la dicción, ni los pasos de comedia.


La milonga que hizo emblemática de su repertorio, “Se dice de mí”, con letra de Ivo Pelay y música de Francisco Canaro, es representativa de una mujer aguerrida, de carácter fuerte y a la que no le interesan en absoluto las convenciones de modos sociales y físicos. La letra original fue pensada para que la cante un hombre, dado que el protagonista era un personaje extravagante, pícaro y que hace gala de su fealdad. Pero la versión femenina alcanzaría un éxito extraordinario al ser grabada por Tita Merello con la orquesta de Francisco Canaro el 23 de julio de 1954 y fue incluida en la película argentina “Mercado de abasto”, dirigida por Lucas Demare.

Tita Merello se destacó como actriz de teatro y de cine. En teatro, en el año 1949, alcanzó las quinientas funciones con la puesta  “Filomena Marturano”. Pero el cine le permitió consolidar su fuerza actoral: realizó 15 películas inolvidables. El cine la imaginó como dueña de patios, corralones, un rancho en el Tigre o con un puesto en el Abasto.


Entre esas películas están: Tango (1933): el primer filme sonoro argentino. Allí demuestra sus virtudes de musa arrabalera en la interpretación de los tangos “Yo soy así p’al amor” y “No salgas de tu barrio”.


“Noches de Buenos Aires” (1935): Se pone en la piel de una cantante enamorada, sin ilusiones, de un hombre que no la tiene en cuenta. Se luce en un tango recitado en la mesa de una boite.


“Cenizas al viento” (1942): interpreta a una prostituta en la que Pedro López Lagar encuentra, brevemente, su reposo del guerrero.


“Don Juan Tenorio” (1948): Da vida a Brígida, una eterna segundona y dibuja su rol con detalles de gran actriz. Tita brinda una gran ternura en sus parlamentos.


“Filomena Marturano” (1950): El film agrega algunos datos retrospectivos de la vida de la protagonista. Interpreta dos tangos “Milongón porteño” y “Pipistrela”. La historia gira en torno a una mujer que simula estar agonizante para que su amante se case con ella.


“Arrabalera” (1950): Un retrato de madre soltera que, por una vez, consigue alejar los fantasmas y consolidar la felicidad para los suyos. Tita demuestra su gran sinceridad para el drama.


“Los Isleros” (1951): El director encarna prototipos de viejos pobladores criollos: astutos, sabios, resignados. Merello consigue un retrato exacto de la isleña.


“Vivir un instante” (1951): Interpreta a Julia, una antigua víctima de la trata de  blancas, dueña y señora de su negocio en la ribera, a la que el amor le llega tarde.


“Pasó en mi barrio” (1951): Melodrama costumbrista. Tita se pone en la piel de Dominga una criolla, fiel y trabajadora, que mantiene la fonda de su marido mientras él cumple prisión por un crimen accidental. En este film se consagra como gran actriz trágica argentina.


“Deshonra” (1952): En esta película tiene un papel distinto, el de Isabel una mujer de alta sociedad, paralítica por un accidente provocado por su marido, con características de neurótica e insegura.


“Mercado de Abasto” (1955): Una mezcla de sainete y melodrama en la que interpreta a Paulina, una humilde feriante que, engañada por un hombre vil, queda embarazada y se casa con un buen hombre al que no ama.


“Para vestir santos” (1955): Allí es Martina, fabriquera enamorada de un cantor, que la engaña y pierde sus ahorros en una carrera de caballos. Tita maneja el sarcasmo, la ternura y la agresión verbal y el dolor.


“El amor nunca muere” (1955): La historia gira en torno a la madre humilde con un hijo universitario que la oculta a su familia política, para terminar reconociendo su error.


“La Morocha” (1955, estrenada en 1958): Mecha es una profesional del sexo que vive un gran amor con un joven músico al que ayuda a costa de su sacrificio personal.


“La Madre María” (1974), dirigida por Lucas Demare sobre su propio guion escrito en colaboración con Augusto Roa Bastos sobre una idea de Roa Bastos, Tomás Eloy Martínez, David José Kohon y Héctor Grossi. Basada en la vida de María Salomé Loredo, figura famosa por sus sanaciones y la asistencia a los pobres de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.


Después del golpe de Estado contra el gobierno de Perón, Tita debió exiliarse en México ante la falta de trabajo. A partir de los años 1960, de regreso a Argentina, la mayoría de sus trabajos fueron dirigidos por su amigo Enrique Carreras. Fue una asidua partícipe del ciclo televisivo Sábados circulares y su actuación en “La Madre María” (1974), dirigida por Lucas Demare, fue muy elogiada por los críticos y le proporcionó una renovada popularidad. Se retiró en 1985 aunque continuó realizando apariciones públicas y brindando consejos en radio y televisión.


En 1990 fue distinguida como “Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por ser un “mito viviente de la iconografía porteña” y en 1991 recibió el premio Podestá a la Trayectoria. Falleció a los 98 años en la Nochebuena de 2002, por causas naturales, en la Fundación Favaloro. ​ Al momento de su muerte, contaba en su haber con treinta y tres películas, veinte obras teatrales, tres ciclos radiales y varias participaciones en espectáculos de revista y televisión.


Quedó la admiración que le daban millones de argentinos, al escucharla cantar en los escenarios o admirándola en su paso por el cine y la televisión. “A todos los argentinos les pido que no se olviden de mí. Gracias por creer que fui algo más de lo que soy”, declaraba Tita en 1999. Pues sin duda, Tita Merello es uno de los íconos indiscutidos de nuestra cultura porteña.


En el 2014, en el pasaje Carlos Gardel, ubicado entre las calles Jean Jaures, Anchorena, Carlos Gardel y Zelaya, en el emblemático barrio del Abasto, se inauguró una escultura en su recuerdo. Realizada por el artista Eduardo Noé, la misma está ubicada a metros de las del Polaco Goyeneche y Aníbal Troilo.