Rosario Bléfari

Rosario Bléfari nació un 24 de Diciembre de 1965 en Mar del Plata. A los cinco años su familia se mudó a Bariloche, donde vivió hasta los doce. Cuando tenía cinco años, sus padres que trabajaban en el Hotel Provincial de Mar Del Plata, se trasladan a Bariloche para trabajar en el Hotel Llao Llao, que era de la misma cadena hotelera. Durante ese tiempo, Rosario, pasa sus días siendo la niña mimada del hotel entre la cocina, la gambuza, el lavadero y los parques del hotel. La familia vive durante siete meses en el hotel, en una habitación del sótano hasta que el hotel cierra. Se quedan en el hotel hasta que se acaban las provisiones, y el dueño les ofrece que vayan de caseros a cuidar una casa. En esta casa, “Residencia La Argentina”, viviría hasta los doce años para luego mudarse junto a sus padres a Buenos Aires. En Buenos Aires, van a vivir un departamento de tres pisos sobre Avenida Libertador, frente al rosedal, donde había dos habitaciones de servicio, una para Rosario y otra para los padres.


Sus primeros años en Buenos Aires fueron los del retorno de la democracia. Rosario era asidua asistente a la “Sala Leopoldo Lugones” del Teatro General San Martín, que proyectaba cine no comercial. Ahí se cruzó con la directora alemana Jutta Brückner, que le mostró un camino de libertad y experimentación. Rosario, en ese entonces, era una estudiante de arte dramático de 24 años que estaba rodeada de artistas plásticos y que sabía tocar la guitarra desde niña. En su casa había escuchado chamamé y entre sus influencias musicales estaban Paloma Valdez, y a su vez también, The Velvet Underground.


Rosario comenzó su carrera musical en un dúo con Wolly Von Forester. Tocaban temas lentos. Algunas de sus presentaciones fueron en Cemento, ubicado en Estados Unidos 1238 del barrio de San Telmo, que fue un afamado lugar cultural de la movida de los ochenta. Pero ese grupo terminó pronto, una serie de desilusiones lo terminaron diluyendo.


En esa época conoció a Fabio Suárez, estudiante de actuación, gracias a Vivi Tellas y Daniel Melero, que ya eran referentes del teatro y la música. Rosario relata esa etapa, en algunas entrevistas, como una trenza entre el amor y la música: juntarse a tocar era juntarse a enamorarse.


El barrio porteño de San Telmo era el centro de la movida cultural de los ochenta y el bar Bolivia, ubicado en México 345, era uno de los lugares donde las bandas más experimentales y novatas iban a probarse. Además de eso, Bolivia era unos de esos bares que fueron estaciones de generación y circulación de cultura subterránea. En 1989 el grupo “Suárez” se sube por primera vez a un escenario. Eran cuatro tipos tocando de espaldas al público, y una mujer, Rosario al frente cantando y danzando con los pies pegados al piso, de pelo negro y corto.


Ese mismo año que Bléfari cantaba subida a un escenario como líder de su banda, Charly García lanzaba su álbum “Cómo conseguir chicas”. Mucho tiempo después, Rosario va a contar en Twitter que en los primeros años de “Suárez” visitó a Charly García y le mostró sus canciones, él las grabó y le aconsejó nunca escribir canciones con “tú” (en la Argentina se utiliza el “vos” en la mayoría de sus territorios). Nunca más se vieron.


Rosario había vivido activamente la cultura porteña en los ochenta de la postdictadura (a partir de 1983). Los reflujos del horror y el secreto seguían activos en la memoria colectiva, y la cultura “under” era un camino alternativo para esa energía libre que había resistido bajo la superficie. Rosario se formó en ese ambiente pero lo trasciende. “Suárez” nació en esos años pero es una banda de transición, es decir, no es ni de los ochenta ni de los noventa. Aquel halo clandestino, escondido en el circuito “off” por necesidad devino en los noventa en la afirmación de la independencia como modo de producción y como método.


Para Rosario, lo familiar era lo esencial. La observación de las cosas sencillas, de lo cercano que se mira aún más de cerca hasta verse monstruoso o verse divino. Las letras de sus canciones hablaban de las ciudades, de los bosques, de los ríos que vivió o de los que escuchó hablar. La palabra “Suárez” estaba presente en sus conversaciones, designaba la familia que componían, era mucho más que el apellido de uno de ellos. Desde el inicio, “Suárez” fue parte del método de Bléfari: usar los elementos y palabras a mano, combinarlos de nuevas maneras y que el resultado siempre sonara brillante y renovado.


El método esperado sería que, después de tocar algunas veces en vivo, el paso siguiente debía ser grabar canciones en estudio y luego sacar un disco. Pero fue recién en 1992 cuando en el compilado, producido por Pablo Schanton desde la revista Ruido, “Suárez” graba sus primeras canciones, entre ellas: “Brilla”, una balada en la que Rosario canta con una suma suavidad arrulladora.


En 1994 llega, el primer disco de Suárez, “Hora de no ver,” y el videoclip promocional que realiza la banda junto a Esteban Sapir que se promocionó en Music21 y MTV, los canales musicales de la época.


Pero la impronta de Rosario trascendía lo musical. No sólo era la líder de una banda de rock, ni Suárez era solo una banda. Sino que formaban parte de una avanzada joven que la cultura comercial de los años 90 dejaba afuera. Bares, revistas, artistas, boliches, escritores, cineastas hacían parte de lo que se conocería como la “escena alternativa”. No había sellos ni escucha posible para Rosario y su banda, por eso crearon su propio sello, Feliz Año Nuevo (FAN). Y formaron parte de un circuito de amistades basadas en la empatía y en la necesidad más que en una comunidad elegida. Los Brujos, Juana la loca, Babasónicos, eran los referentes más notables de una comunidad que finalmente se diluyó a fuerza de mercado.


Para 1996, Suárez ya había grabado dos discos con su propio sello: “Horrible” (1995) y “Galope” (1996).


No había palabras para definir la propuesta de Suárez, las crónicas de la prensa hablaban de noise y naif, en España eran asociados al nuevo “minimalismo intimista”, cercano a bandas como “Le Mans” (con quienes grabarían en el 2000) o “La buena vida”.


El tercer álbum, “Galope”, salió en noviembre de 1996, y un año después, en España por el sello Bailanta Records, de los directores de la revista Zona de Obras. Habiendo tocado muy poco en Buenos Aires y ciudades más pequeñas, Suárez se fue de gira a España. “Para nosotros era insólito porque, con excepción de Bahía Blanca y La Plata, nunca habíamos tocado fuera de Buenos Aires”, reconoce Rosario en una entrevista realizada por Yumber Rojas, en 2018. Su poesía, como su voz, también iban a quebrar fronteras, como este poema que es canción en Horrible y luego abre Galope: “Porvenir”.


Para Rejtman, que la dirigió en películas como “Silvia Prieto” (1999) y “Rapado” (1992), Rosario era pura presencia escénica, algo que la distinguía de otras actrices profesionales, ella no componía un personaje, sino que su personaje contaminaba toda la escena, de la misma manera que lo hacía cuando no estaba actuando. Así la recordó Rejtman: “No creo que haya en la historia del arte y la música argentina un personaje parecido a Rosario. Tendríamos que pensar, a lo mejor, en Violeta Parra en Chile o, tal vez, Patti Smith”.


Suele decirse que es la abanderada del indie y la autogestión, y aunque es muy cierto que su modo de producción se basó en el artesanado y la auto sustentabilidad, también es cierto que algunas banderas se construyeron en las batallas perdidas: “Nos mantuvimos en el under porque nunca tuvimos otra oportunidad, y porque fue nuestra decisión. No iba a esperar, ni a someterme a un casting. No quería ser elegida o descartada por otros, y a la vez nunca tuvimos una propuesta, jamás”, le contó Rosario a Romina Zanellato para su libro “Brilla la luz para ellas” (2020). Ella habitaba esa dualidad, entre ser independiente y saber que la independencia era imposible: “Pienso que soy independiente y aunque no lo soy porque dependo de todo, trataré de sobrevivir, no queda otra. Tejeremos nuestros discos al crochet, uno por uno, no sé, algo así”; dijo unos años atrás, en una entrevista de 2018.


Un poco de esta dependencia es retratada en su último libro: “Diario del dinero” (Mansalva, 2020), el vínculo con la economía define parte del método de Rosario, para quien a todo el mundo parecía serle mucho más fácil conseguir dinero.

Rosario era una mujer en un mundo de varones y aprendió a usar eso a su favor. Otro elemento del método, también económico. En el documental “El arte musical” (Ugazio, 2020) Rosario charla durante la grabación de su último disco, le cuenta al sonidista que escuchó hablar del twerking feminista y de cómo se puede usar lo que antes oprimía para diversión y placer propio, “como yo, que me puse desnuda en la tapa de un libro”, dice, “no para ellos, para mí” (se refiere a la tapa de “Antes del río", libro de poesía editado por Mansalva en 2016).


En 1999 llegó “Excursiones”. El disco más “comerciable” de Suárez, para entrar al nuevo milenio preparados para la aventura que suponía entrar finalmente a la industria cultural. El disco abre con “Río Paraná”, para muchos el himno de la banda. En una de las pocas veces que Rosario pisó la ciudad que tiene el nombre de su nombre (Rosario, en la Provincia de Santa Fe, atravesada por el río Paraná), alguien le preguntó por qué escribió esa canción si nunca había vivido cerca del río Paraná, y ella contó que la lírica remite a relatos familiares en los que su abuela cruzaba el río Paraná en una balsa inestable para llegar a un baile del otro lado del río.


En 2001, junto con la crisis que sacudió el país, el grupo “Suárez” se separó. Y Rosario inicia una carrera solista: “La primera vez que toqué sin la banda, percibí la misma insolencia”, reconoció en 2006. Lo que sigue son siete discos solistas y proyectos de bandas con nuevos compañeros musicales, como “Los Mundos Posibles” junto a Julián Perla y “Sué Mon Mont” junto a Gustavo Monsalvo en la guitarra, Marcos Díaz en el bajo y Tifa Rex en la batería.


Pero en paralelo a la carrera musical, Rosario sigue participando en películas, en la TV, donde tuvo una columna sobre libros, en obras de teatro, sigue escribiendo y estudia Artes de la escritura en la Universidad Nacional de las Artes. Rosario nunca paraba, iba siempre con cautela y obstinación atrás de lo que buscaba, “la confianza se entrena”, tituló a su último texto publicado, el 21 de junio de 2020. Y ella estaba en constante ejercicio.


En el 2004 salió su álbum “Estaciones”, y allí logro imponer sus propios temas, sin que el público le siguiera pidiendo tocar los hits de Suárez.


En 2008 sale “Calendario”, un disco que Rosario hace prácticamente sóla, escribe, produce, graba, edita, canta, y toca. No hay estribillos, y de hecho hay temas en los que ni siquiera encontrás una frase que se repita”, dice el periodista Lucas Garófalo. “Quise hacer mi propio calendario, ya que Julio César nos dejó el suyo, intentar armar mi propia cuadrícula y hacerlo a mi tiempo sin dependencias externas. En este caso tomarme mi tiempo fue no esperar, no ser demorada por causas externas, en la medida de lo posible”, le contó Rosario a Julia González en una entrevista. Son canciones cinematográficas, con melodías y arreglos incidentales, relatos donde los personajes principales son ficticios o bien son otros. Rosario se basó en un método que usaron Arturo Carrera y Teresa Arijón en el libro de biografías “Teoría del cielo” (1992).


En 2011 vuelve un disco de banda con “Privilegio”. Y en 2013 Rosario arma un supergrupo del Indie con músicos de otras bandas de la escena: “Sue Mon Mont”. Desde entonces Rosario vuelve costumbre la generación de proyectos en los que su figura significativa derrama potencia y visibilidad. A “Sue Mon Mont” podemos agregar “Los Cartógrafos”, su trabajo conjunto con Nahuel Ugazio y Romina Zanellato en una visionaria avanzada del podcast, “Paisaje escondido”, las sociedades provisorias con otros músicos con los que gira, los libros de poemas, o “Los mundos posibles” (2018), dúo muy convocante junto a Julián Perla, donde otra vez las melodías soportan todo y el amor se expresa.


En 2019 sale “Sector apagado”, la banda está conformada por Alejo Auslender (guitarras eléctricas), Nicolás Merlino (bajo eléctrico), Federico Orio (batería, percusión, coros) y la propia Rosario (voz, guitarra acústica). Es otro disco de Rosario, en el que confluyen todas sus caras a la vez. Pero es el último que Rosario lanza como solista. El último, “Por última vez”, un EP de Suárez, del 2020.


A principios del año 2020, Rosario se va a descansar a la casa de su padre, en la provincia de La Pampa, la recomendación médica prescribía reducir el estrés, su cuerpo había atravesado por un cáncer cuyo tratamiento la dejó en estado de inmunodepresión. El cierre de fronteras provinciales, el aislamiento y la cuarentena la encontraron allí, viviendo con su padre, en una casa de provincia con jardín. Mientras pasa el tiempo, realiza obras a distancia, postea en sus redes, pone una carpa sobre su propia cama, cuelga estantes, descubre sus raíces indígenas y lee, Rosario escribe. Y escribe sobre su método:


“En las entregas anteriores estuve tratando de exponer un posible método propio de quehacer artístico, una forma de hacer las cosas que me interesan que consiste en abordarlas todas al mismo tiempo, empezando y abandonando, continuando, atendiendo, cruzando, avanzando y descartando”, relataba.


“Puedo decir a esta altura que mi método funciona, estoy segura, pero este experimento se me fue de las manos: ahora todas las personas del mundo lo están probando”.


Rosario Bléfari falleció a los 54 años en La Pampa, un 6 de Julio de 2020, a consecuencia de un infarto, luego de haber batallado contra el cáncer.