René Favaloro nació y se crio en la ciudad de La Plata. Sus padres eran Juan Manuel Favaloro, de profesión carpintero ebanista e Ida Raffaelli, modista. Su abuela materna, le transmitió su amor por la naturaleza y la emoción al ver cuando las semillas comenzaban a dar sus frutos. Más tarde René, le dedicaría su tesis del doctorado: “A mi abuela Cesárea, que me enseñó a ver belleza hasta en una pobre rama seca”.
Favaloro realizó la primaria en la escuela Nº 45 de La Plata donde, actualmente, existe un mural en su memoria. En el año 1936 comenzó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Rafael Hernández, y luego ingresó en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata. En el tercer año comenzó las prácticas en el Hospital Policlínico y allí empezó a tomar contacto por primera vez con los pacientes. Luego, sin que el programa le exigiera tal acción, volvía por las tardes para controlar su evolución y dialogar con ellos.
René observaba a los alumnos de sexto año de Rodolfo Rossi o Egidio Mazzei, que eran profesores titulares de Clínica Médica, y además presenciaba las cirugías de José María Mainetti y Federico E. B. Christmann, quienes le enseñaron técnicas de simplificación y estandarización que luego aplicaría en la cirugía cardiovascular, siendo su contribución a las operaciones del corazón y las grandes arterias.
En los dos años en que, prácticamente, vivió en el Hospital, Favaloro no quería desaprovechar tal experiencia y obtuvo un panorama general de todas las patologías y tratamientos, pero, sobre todo, aprendió a respetar y conocer a los enfermos, la mayoría de condición humilde.
Todo hacía suponer que su futuro estaba allí, en el Hospital Policlínico. En 1949, apenas recibido, se produjo una vacante para médico auxiliar. Accedió al puesto en carácter interino y a los pocos meses lo llamaron para confirmarlo. Le pidieron que completara una tarjeta con sus datos, pero en el último renglón debía afirmar que aceptaba la doctrina del gobierno. Favaloro no aceptaba esa condición, ya que sus calificaciones eran mérito más que suficiente para obtener el puesto. Y ese requisito le resultaba humillante viniendo de una formación donde, incluso, había formado parte de movimientos universitarios que luchaban por mantener en nuestro país una línea democrática, de libertad y justicia, razón por la cual poner la firma en esa tarjeta significaba traicionar todos sus principios. Contestó que lo pensaría, pero interiormente sabía con claridad cuál iba a ser la respuesta.
Por ese entonces llegó una carta de si tío, de Jacinto Aráuz, un pequeño pueblo en la zona desértica de La Pampa. Allí le explicaba que el único médico que atendía la población, el doctor Dardo Rachou Vega, estaba enfermo y necesitaba viajar a Buenos Aires para su tratamiento. Le pedía a su sobrino René que lo reemplazara por dos o tres meses. La decisión no fue fácil. Pero al final Favaloro llegó a la conclusión de que unos pocos meses transcurren rápidamente y que, mientras tanto, era posible que cambiara la situación política del país.
Llegó a Jacinto Aráuz en mayo de 1950 y allí enlazó amistad con el doctor Rachou, a quién reemplazaría temporalmente. Su enfermedad resultó ser un cáncer de pulmón y falleció unos meses más tarde. Para ese entonces Favaloro ya se había compenetrado con las alegrías y sufrimientos de esa región apartada, donde la mayoría de los habitantes se dedicaba a las tareas rurales.
La vida de los pobladores era muy dura. Los caminos eran intransitables los días de lluvia; el calor, el viento y la arenisca eran insoportables en verano y el frío de las noches de invierno eran crueles. Favaloro comenzó a interesarse por cada uno de sus pacientes, en los que procuraba ver su alma. De esa forma pudo llegar a conocer la causa profunda de sus padecimientos.
Al poco tiempo se sumó a la clínica su hermano, Juan José, médico también. Se integró muy pronto a la comunidad por su carácter afable, su gran capacidad de trabajo y dedicación a sus pacientes. Juntos pudieron compartir la labor e intercambiar opiniones sobre los casos más complicados.
Durante los años que ambos permanecieron en Jacinto Aráuz crearon un centro asistencial y elevaron el nivel social y educacional de la región. Sentían casi como una obligación el desafío de atenuar la miseria que los rodeaba.
Con la ayuda de los maestros, los representantes de las iglesias, los empleados de comercio y las comadronas, de a poco fueron logrando un cambio de actitud en la comunidad que permitió ir corrigiendo sus conductas. Así, lograron que casi desapareciera la mortalidad infantil de la zona, redujeron las infecciones en los partos y la desnutrición, organizaron un banco de sangre viviente con donantes que estaban disponibles cada vez que los necesitaban y realizaron charlas comunitarias en las que brindaban pautas para el cuidado de la salud.
El centro asistencial creció y cobró notoriedad en la zona. En alguna oportunidad Favaloro reflexionó sobre las razones de ese éxito. Sabía que habían procedido con honestidad y con la convicción de que el acto médico “debe estar rodeado de dignidad, igualdad, piedad cristiana, sacrificio, abnegación y renunciamiento”, de acuerdo con la formación profesional y humanística que habían recibido en la Universidad Nacional de La Plata.
Favaloro siempre leía con interés las últimas publicaciones médicas y cada tanto volvía a La Plata para actualizar sus conocimientos. Quedaba impactado con las primeras intervenciones cardiovasculares: era la maravilla de una nueva era. Poco a poco fue renaciendo en él el entusiasmo por la cirugía torácica, a la vez que iba dándole forma a la idea de terminar con su práctica de médico rural y viajar a los Estados Unidos para hacer una especialización. Quería participar de esos nuevos descubrimientos de la ciencia médica. En uno de sus viajes a La Plata le manifestó ese deseo al Profesor Mainetti, quien le aconsejó que el lugar indicado era la Cleveland Clinic.
Le pesaba abandonar esos doce años de medicina rural que tantas satisfacciones le habían dado, pero a su vez pensaba que al regresar de Estados Unidos su contribución a la comunidad podría ser mayor. Entonces se decidió a viajar a Cleveland y, otra vez, el breve tiempo que pensaba permanecer allí terminó siendo una década.
Trabajó primero como residente y luego como miembro del equipo de cirugía, en colaboración con los doctores Donald B. Effler, jefe de cirugía cardiovascular, F. Mason Sones Jr., a cargo del Laboratorio de Cineangiografía, y William L. Proudfit, jefe del Departamento de Cardiología.
Al principio la mayor parte de su trabajo se relacionaba con la enfermedad valvular y congénita. Pero su búsqueda del saber lo llevó por otros caminos. Todos los días, apenas terminaba su labor en la sala de cirugía, Favaloro pasaba horas y horas revisando cinecoronarioangiografías, y estudiando la anatomía de las arterias coronarias y su relación con el músculo cardíaco.
A comienzos de 1967, Favaloro comenzó a pensar en la posibilidad de utilizar la vena safena en la cirugía coronaria. Llevó a la práctica sus ideas por primera vez en mayo de ese año. La estandarización de esta técnica, llamada del bypass o cirugía de revascularización miocárdica, fue el trabajo fundamental de su carrera, lo cual hizo que su prestigio trascendiera los límites de ese país, ya que el procedimiento cambió radicalmente la historia de la enfermedad coronaria. Está detallado en profundidad en su libro “Surgical Treatment on Coronary Arteriosclerosis”, publicado en 1970 y editado en español con el nombre “Tratamiento Quirúrgico de la Arteriosclerosis Coronaria”. Hoy en día se realizan entre 600.000 y 700.000 cirugías de ese tipo por año solamente en los Estados Unidos.
Favaloro regresó a la Argentina, con la idea de desarrollar un centro de excelencia similar al de la Cleveland Clinic, que combinara la atención médica, la investigación y la educación, tal como lo dijo en su carta de renuncia.
Volvió en el año 1971, y comenzó a operar en el Sanatorio Güemes, sito en la calle Francisco Acuña de Figueroa 1240 del barrio de Palermo. El Sanatorio era liderado por Mauricio Barón como presidente de la institución y por el doctor Luis de la Fuente, como experto en cardiología clínica y en la incipiente cardiología invasiva.
El doctor Luis de la Fuente era clave por su formación de excelencia en Estados Unidos y fue fundamental para Favaloro ya que hacía los diagnósticos clínicos y los cateterismos coronarios. Posteriormente, en el año 1999, sería De la Fuente pionero internacional de la angioplastia con stent y medicamento, de la neoarteria, el seno coronario y las células madre; todos avances impulsados por De la Fuente y con el sueño de Favaloro de desarrollar un centro de excelencia similar al de la Cleveland Clinic, que combinara la atención médica, la investigación y la educación.
Una noche de la década de 1970, en Buenos Aires, un paciente los invitó a cenar a su casa a Favaloro y Luis de la Fuente. Entrada la madrugada, surgió la idea de llevar a cabo una fundación. En principio Favaloro no quería que llevara su apellido, pero según palabras del doctor De La Fuente "… A René lo han criticado mucho, porque dicen que se puso el nombre. No es cierto: yo fui el responsable: en ese momento él brillaba en todo el mundo, y si queríamos conseguir fondos para hacer la fundación era una forma de atraer. Él no quería. Pero esa noche, con cuatro o cinco vinos aceptó".
En 1975 se creó la Fundación Favaloro junto con otros colaboradores y se afianzó la labor que venía desarrollando desde su regreso al país. Uno de sus mayores orgullos fue el de haber formado más de cuatrocientos cincuenta residentes provenientes de todos los puntos de la Argentina y de América latina. Contribuyó a elevar el nivel de la especialidad en beneficio de los pacientes mediante innumerables cursos, seminarios y congresos organizados por la Fundación, entre los que se destaca Cardiología para el Consultante, que tiene lugar cada dos años.
En 1980 Favaloro creó el Laboratorio de Investigación Básica, al que financió con dinero propio durante un largo período, que, en ese entonces, dependía del Departamento de Investigación y Docencia de la Fundación Favaloro. Con posterioridad, pasó a ser el Instituto de Investigación en Ciencias Básicas del Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas, que, a su vez, dio lugar, en agosto de 1998, a la creación de la Universidad Favaloro, ubicada en Av. Entre Ríos 495 en el barrio de Balvanera.
En la actualidad la universidad consta de una Facultad de Ciencias Médicas, donde se cursan dos carreras de grado: Medicina (iniciada en 1993) y Kinesiología y Fisiatría (iniciada en 2000), y una Facultad de Ingeniería, Ciencias Exactas y Naturales, donde se cursan tres carreras de ingeniería (iniciadas en 1999). Por su parte, la Secretaría de Posgrado desarrolló cursos, maestrías y carreras de especialización.
La investigación que se desarrolla en esta Universidad abarca más de treinta campos en los que trabajan profesionales de distintas disciplinas -medicina, biología, veterinaria, matemática, ingeniería, etc.- en colaboración con los centros científicos más importantes de Europa y Estados Unidos. Se publicaron más de ciento cincuenta trabajos en revistas especializadas con arbitraje internacional.
En 1992 se inauguró en Buenos Aires el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro entidad sin fines de lucro, ubicada en Av. Belgrano 1782 en el barrio de Monserrat. Con el lema “tecnología de avanzada al servicio del humanismo médico” se brindan servicios altamente especializados en cardiología, cirugía cardiovascular y trasplante cardíaco, pulmonar, cardiopulmonar, hepático, renal y de médula ósea, además de otras áreas. Favaloro concentró allí su tarea, rodeado de un grupo selecto de profesionales.
Como en los tiempos de Jacinto Aráuz, Favaloro siguió haciendo hincapié en la prevención de enfermedades y enseñando a sus pacientes reglas básicas de higiene que contribuyeran a disminuir las enfermedades y la tasa de mortalidad. Con ese objetivo se desarrollaron en la Fundación Favaloro estudios para la detección de enfermedades, diversidad de programas de prevención, como el curso para dejar de fumar, y se hicieron varias publicaciones para el público en general a través del Centro Editor de la Fundación Favaloro, que funcionó hasta 2000.
Pero Favaloro no se conformó con ayudar a resolver los problemas de esa necesidad básica que era la salud en cada persona en particular sino que también quiso contribuir a curar los males que aquejan a nuestra sociedad en conjunto. Jamás perdió oportunidad de denunciar problemas tales como la desocupación, la desigualdad, la pobreza, el armamentismo, la contaminación, la droga, la violencia, etc. Convencido de que sólo cuando se conoce y se toma conciencia de un problema es posible subsanarlo o, aun mejor, prevenirlo.
Favaloro fue miembro activo de 26 sociedades, correspondiente de 4, y honorario de 43. Recibió innumerables distinciones internacionales entre las que se destacan: el Premio John Scott 1979, otorgado por la ciudad de Filadelfia, EE.UU; la creación de la Cátedra de Cirugía Cardiovascular “Dr René G. Favaloro” (Universidad de Tel Aviv, Israel, 1980); la distinción de la Fundación Conchita Rábago de Giménez Díaz (Madrid, España, 1982); el premio Maestro de la Medicina Argentina (1986); el premio Distinguished Alumnus Award de la Cleveland Clinic Foundation (1987); The Gairdner Foundation International Award, otorgado por la Gairdner Foundation (Toronto, Canadá, 1987); el Premio René Leriche 1989, otorgado por la Sociedad Internacional de Cirugía; el Gifted Teacher Award, otorgado por el Colegio Americano de Cardiología (1992); el Golden Plate Award de la American Academy of Achievement (1993); el Premio Príncipe Mahidol, otorgado por Su Majestad el Rey de Tailandia (Bangkok, Tailandia, 1999).
Desde siempre sostuvo que todo universitario debe comprometerse con la sociedad de su tiempo y recalcaba: “quisiera ser recordado como docente más que como cirujano”. Por esa razón, dedicó gran parte de su tiempo a la enseñanza, tanto a nivel profesional como popular. Un ejemplo fue su participación en programas educativos para la población, entre los que se destacaba la serie televisiva “Los grandes temas médicos”, y las numerosas conferencias que presentó en la Argentina y en el exterior, sobre temas tan diversos como medicina, educación y la sociedad de nuestros días.
Publicó “Recuerdos de un médico rural” (1980); “De La Pampa a los Estados Unidos” (1993) y “Don Pedro y la Educación” (1994) y más de trescientos trabajos de su especialidad. Su pasión por la historia lo llevó a escribir dos libros de investigación y divulgación sobre el general San Martín: ¿Conoce usted a San Martín? (1987) y La Memoria de Guayaquil (1991).
Favaloro tenía también una posición firme tomada sobre el aborto como un problema de salud pública concreto que afecta a las diferentes capas sociales y lo expresó en varias oportunidades.
Hacia el año 2000, Argentina estaba sumergida en una crisis económica y política. La Fundación Favaloro se encontraba en una difícil situación, como acreedor de grandes deudas del PAMI y de otras obras sociales, y endeudada en unos 18 millones de dólares estadounidenses, por lo que Favaloro pidió ayuda al Gobierno argentino, sin recibir una respuesta oficial.
“…Estoy pasando uno de los momentos más difíciles de mi vida, la fundación tiene graves problemas financieros. En este último tiempo me he transformado en un mendigo. Mi tarea es llamar, llamar y golpear puertas para recaudar algún dinero que nos permita seguir…”, declaraba.
El 29 de julio del año 2000, el mismo día del cumpleaños de su amigo y cardiólogo Luis de la Fuente quien lo había convencido de volver a la Argentina, Favaloro se encerró en el baño de su casa y se disparó un tiro certero en el corazón.
Tras el desenlace fatal, se conoció que Favaloro había dejado en su departamento siete cartas. En una de ellas, dirigida a las “autoridades competentes”, dejaba en claro que había decidido quitarse la vida, y explicaba que la crisis económica que atravesaba la Fundación Favaloro había sido el desencadenante de su determinación, expresando que la sociedad argentina necesitaba de su muerte para tomar conciencia de los problemas en los que estaba envuelta.
Desde el 2002, todos los 12 de julio en la Argentina se lleva a cabo la celebración del Día Nacional de la Medicina Social, como homenaje a su nacimiento. La fecha fue establecida para reconocer la importancia de su trabajo en esa disciplina y remarcar la necesidad de pensar la profesión desde una perspectiva humanista.
Referencias:
https://www.fundacionfavaloro.org/biografia/
https://www.pagina12.com.ar/2000/00-07/00-07-31/pag15.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Ren%C3%A9_Favaloro
07/2021