Parque Lezama

Ubicado en el barrio de San Telmo, con una traza irregular, descansa sobre una de las barrancas naturales que aún conserva la ciudad, el histórico Parque Lezama. Este sitio, donde se halla el Parque, fue, según algunos historiadores, el sitio donde el Adelantado Don Pedro de Mendoza fundó el primer asentamiento en estas tierras, en febrero de 1536.


Limitado por las avenidas Brasil, Paseo Colón, Martín García y la calle Defensa, el solar que por aquellos años era sólo tierra y río, recorrió un largo camino hasta llegar a convertirse en uno de los espacios verdes más emblemáticos de Buenos Aires.


Fue anteriormente conocido como "El Bajo de la Residencia", "La punta de Doña Catalina" (que designaba el extremo sur de la ciudad, el norte era "El Retiro") y la "Barranca de Marcó". Este sector supo albergar el primer horno de ladrillos, el primer molino de viento, depósitos para almacenar mercaderías y, también, la barraca de la "Real Compañía de Filipinas", dedicada al comercio de esclavos.


A principios del siglo XIX, la zona comenzó a popularizarse como lugar de vacaciones, por lo que muchas familias aristocráticas adquirieron terrenos y edificaron las primeras "quintas" para pasar el verano. Con esta idea, luego de sucesivas ventas, el predio que incluía el terreno del parque fue adquirido en remate público por el comerciante inglés Daniel Mackinlay, quién construyó una casa sobre la "Barranca de Marcó", creó una huerta y plantó árboles frutales en el que sería su sitio de descanso en las afueras de la ciudad. La "Quinta de los Ingleses", como la denominaron los porteños, siguió siendo así conocida cuando ya era propiedad de Charles Ridgley Horne, norteamericano, cuñado del General Juan Lavalle.


Mr. Horne compró algunos terrenos vecinos, amplió el parque y edificó una mansión mucho más distinguida. Desde las antiguas barandas antes se vislumbraba el río. Se caracterizaba por los jardines repletos de rosales, camelias y árboles exóticos. Fueron estas flores las que acercaron a Horne a Juan Manuel de Rosas, y fue la amistad con Rosas la que finalmente lo obligó a exiliarse tras la caída de éste. Horne vende desde Montevideo, por poder, su propiedad a José Gregorio Lezama en 1857, un acaudalado comerciante salteño, quién terminó de transformarla en uno de los lugares más bellos de la ciudad.


Don Lezama, casado con Doña Ángela de Álzaga, adquirió nuevos lotes con los que extendió el límite hasta Av. Brasil. Gran aficionado a los jardines y a la vegetación, contrató a un paisajista belga para que realizara el parque. Se trazaron caminos y senderos, se colocaron esculturas, monumentos, copones y bancos de mármol y se trajeron ejemplares de árboles, flores y plantas exóticas de todo el mundo. Cuentan que Gregorio Lezama intercambiaba ejemplares y semillas con Urquiza desde el Palacio de San José, lo que hizo más original la colección. El viejo y enorme caserón fue restaurado y ampliado. De estilo italiano y con galería exterior, la suntuosa residencia se completó con una torre mirador, desde donde se podía apreciar el río, el parque, las quintas aledañas y la ciudad. Seguramente un maravillosa vista verdad?


Don Lezama consiguió ser dueño del jardín privado más hermoso de Buenos Aires. Fueron famosos sus canteros con diversas especies de camelias y sus caminos bordeados de arrayanes; todo el ambiente invitaba a la calma y la meditación, la verja de hierro que rodeaba el perímetro, garantizaba la seguridad.


En 1858 el “cólera morbos” llegó al barrio de San Telmo y la municipalidad de la ciudad instaló en la casa Lezama un lazareto u hospital. Años después durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871, la misma casa sirvió de albergue a muchos que creían encontrar en ese aislamiento del núcleo urbano y bajo sus árboles, una protección contra el contagio. Fallecido su esposo en 1889, Doña Ángela de Álzaga decidió vender la quinta a la Municipalidad con la expresa condición que fuera destinada a un espacio público y que llevara el nombre de su último propietario, y así en 1894, nace el "Parque Lezama".


En 1897, la elegante casona se destinó a sede del "Museo Histórico Nacional". Y rápidamente la zona se transformó en paseo "obligado" para la elite de la época; se accedía a él por la esquina de Defensa y Brasil, ya que una reja perimetral lo circundaba; era un lugar ideal para caminar y disfrutar, en especial durante las noches de verano.

En 1896 el entonces Director General de Parques y Paseos Charles Thays proyecta diversas intervenciones: caminos, plantaciones arbóreas, una rosaleda, entre otras.


Luego durante la gestión de Benito Carrasco, discípulo y sucesor de Thays, se construyó en 1914 un gran “auditórium” para música sobre la calle Brasil, aprovechando el desnivel del terreno. En ese momento, catorce escalinatas distribuidas en toda la extensión del anfiteatro permitían el acceso al mismo. De esta manera, 6000 personas podían participar de los encuentros artísticos. A ambos lados del kiosco destinado a los ejecutantes, se formaron plantíos con decoraciones y artísticos jarrones en su centro, completando al conjunto.


Contaba con numerosas atracciones: calesita, circo, un pequeño tren, un lago artificial, un tambo, un pabellón para banquetes, un restaurante, un "cinematógrafo" (el primero del barrio).


En 1931 se sacó la verja que rodeaba al parque. Algunas crónicas dicen que algunos asaltantes, cuando eran perseguidos por la policía, lo escalaban hábilmente encontrando refugio. A partir de entonces el paseo fue completamente libre, ya que antes era abierto al público solamente los jueves y domingos.


En el plano escultórico también el Parque tiene valor Patrimonial. Hay tres esculturas relacionadas con los orígenes de tres ciudades: la de Palas Atenea, con el surgimiento de Atenas; la de la Loba Romana, con Roma y la escultura fuente dedicada a Don Pedro de Mendoza.


El "Monumento al Adelantado Don Pedro de Mendoza" está situado en la esquina de Av. Brasil con la calle Defensa, es obra del escultor uruguayo (nacionalizado argentino) Juan Carlos Oliva Navarro. Inaugurado el 23 de Junio de 1936, está conformado por una fuente, una estatua y varios relieves. La imagen de Don Pedro de Mendoza, en bronce, contrasta con la del indígena a su espalda que simboliza "La Raza", el bajorrelieve está ejecutado sobre un bloque revestido en mármol travertino. A los laterales otros relieves narran escenas relacionadas, mientras que las dos vertientes de la fuente, simbolizan los dos ríos: el Guadalquivir, punto de partida, y el Río de la Plata, punto de llegada.

La Loba Romana o “Loba Capitolina” es uno de los monumentos más antiguos ya que fue un regalo de la ciudad de Roma con motivo de los festejos del Centenario. La escultura fue inaugurada el 21 de abril de 1921. Una réplica de ella se encuentra en el Jardín Botánico Carlos Thays.

En 1936 se erigió en el Parque Lezama el “Monumento a la Cordialidad Internacional”, tributo con que la ciudad de Montevideo rindió homenaje a la ciudad de Buenos Aires cuando cumplió cuatrocientos años. Ubicado sobre Av. Martín García, es obra del escultor Antonio Pena y del arquitecto Julio Villamajó y representa la unidad entre Uruguay y Argentina. Está construido en bronce y tiene motivos alusivos a la conquista, la flora y la fauna de las tierras del Plata. Una enorme columna de 15 metros de alto por 4 metros de diámetro describe en su fuste diversos aspectos y características de la historia de ambos pueblos; una proa que emerge, una gran figura femenina y caballos marinos, acompañan el conjunto. Aunque data de 1936, fue instalado recién en 1962.

El Parque Lezama, en la actualidad sigue siendo un bello parque para disfrutar, con sus desniveles y sus lomas verdes, su arboleda y vegetación, sus monumentos y sus numerosos bancos que invitan a sentarse y disfrutar del aire libre. Un parque pintoresco y lleno de historia, disponible para todos los habitantes de esta hermosa ciudad.