Osvaldo Pugliese

Osvaldo Pedro Pugliese, nació el 2 de diciembre de 1905. Se crió en el barrio de Colegiales, en una casa situada en Avenida Forest 1241. Fue hijo de una familia de músicos, su padre, Adolfo Pugliese, tocaba la flauta en los conjuntos de barrio, esencialmente en cuartetos. Y dos de sus hermanos mayores, Vicente Salvador y Alberto Roque, también eran músicos.


Su padre lo ayudó a dar sus primeros pasos en la música cuando le regaló un violín y lo inscribió en el Conservatorio Odeón, sito en Av. Corrientes 5375 de Villa Crespo. Sin embargo, allí descubrió el instrumento que lo apasionó durante toda su vida: el piano. Estudió con grandes maestros, como Vicente Scaramuzza y Pedro Rubione.


A los quince años formó parte de un trío musical junto con el bandoneonista Domingo Faillac y el violinista Alfredo Ferrito. En un bar llamado el “Café de la Chancha” debutó a puro tango, con aquellos dos maestros. Luego, lo hizo participando con otro conjunto, en la que se encontraba Francisca Bernardo, la primera bandoneonista de la Argentina, más conocida como “Paquita” o “la flor de Villa Crespo”, quien falleciera más tarde con tan solo 25 años.


Fue integrando distintos agrupamientos musicales hasta que en la década del 30 formó su propia orquesta junto con el violinista Elvino Vardaro. En el “Café Nacional”, en Av. Corrientes 960, del barrio de San Nicolás, realizaron su primera presentación y allí ganaron una amplia repercusión. Con aquella fama naciente, lograron llevar adelante la primera gira por el país. Pero no todo resultó como esperaban: la gira demandó más gastos que ganancias y hasta tuvieron que empeñar algunos de sus instrumentos para poder regresar.


En 1936 creó un sexteto junto con los bandoneonistas Alfredo Calabró, Juan Abelardo Fernández y Marcos Madrigal, los violinistas Rolando Curzel y Juan Pedro Potenza, y el contrabajista Aniceto Rossi. Esta sería la orquesta con la que ganó su gran reconocimiento durante 55 años, siempre con algunos cambios, pero fiel al espíritu original de los integrantes. Con este sexteto, Osvaldo Pugliese creó más de 150 canciones. Algunas muy conocidas como “La Yumba”, “Recuerdos”, “La Beba”, “Negracha” o “Malandraca”. También grabó más de 600 piezas de otros músicos y autores.

A Osvaldo Pugliese no solo se lo reconoce como uno de los grandes músicos argentinos que revolucionó la interpretación del tango en el piano, sino también como un ciudadano comprometido con el trabajo de músicos, intérpretes, compositores, y sus derechos y obligaciones como artistas. Producto de su gran compromiso, en 1935, impulsó el Sindicato Argentino de Músicos del que fue el afiliado número 5, para promover las labores de la música como "una dignidad personal y no un castigo", como decían desde la organización.


Un año después, también se afilió al joven Partido Comunista Argentino. Sus ideas y convicciones le valieron la persecución, censura y hasta la cárcel, durante el gobierno de Juan Domingo Perón y la posterior dictadura de la “Revolución Libertadora”. No obstante, Pugliese nunca dejó de tocar. Apenas un clavel rojo sobre el piano cada vez que tocaba en vivo indicaba los colores que abrazaba desde la política y que se convirtió en un símbolo de su ideología.


Para 1985, cuando cumplió 80 años, tocó con su orquesta en el prestigioso Teatro Colón, ante un público que lo adoró y ovacionó desde la primera hasta la última canción. Por su orquesta, pasaron destacados cantante e intérpretes como Roberto Chanel, Alberto Morán, Jorge Vidal, Jorge Maciel, Miguel Montero, Alfredo Belusi, Adrián Guida y Abel Córdoba. Este último fue quien cantó junto a la orquesta, durante 30 años, dirigido por el Maestro Pugliese.


Recibió innumerables distinciones tanto nacionales como del exterior, entre ellas, la otorgada por el gobierno de Cuba, la medalla “Alejo Carpentier”, la más importante distinción cultural de la Isla; el gobierno francés lo nombró “Commandeur de L'Ordre des Arts et Letters” y Buenos Aires lo declaró Ciudadano Ilustre.


La Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (SADAIC) y la Asociación de Coleccionistas de Tango colocaron una placa en la Av. Corrientes 960, donde fuera su primera presentación con su propia orquesta, en conmemoración y por sus 50 años de carrera y aporte a la cultura argentina y al tango. En 1990, recibió el título de Académico Honorario de la Academia Nacional del Tango.


El 25 de julio de 1995, a los 89 años, falleció en la Ciudad de Buenos Aires. Su hija Beba y su nieta Carla, también pianistas, continúan el legado de aquel grande de la música que, aún hoy, sigue más vigente que nunca.


Entre sus tantos reconocimientos, Pugliese tiene su esquina con su nombre, en Av. Boedo 909 y Carlos Calvo, en el barrio de Boedo. Allí junto a su esposa, Lidia Elma “Beba”, terminaban sus caminatas que iniciaban en su casa de la Av. Corrientes 3742, del barrio de Almagro. En esa esquina solían frecuentar las mesas del desaparecido “Café Alabama”. Cuando este lugar fue destruido por un incendio, sus dueños lo reconstruyeron y lo llamaron "Recuerdo" en honor a su primera pieza musical, por el aprecio que le tenían.


Pugliese también suele ser evocado por los artistas como símbolo de buena suerte. Cuentan que durante un recital de Charly García, se desencadenó una serie de situaciones y problemas técnicos que retrasaron el comienzo del espectáculo. El sonido no funcionaba bien, hasta que alguien del equipo intentó hacer una prueba con un disco del Maestro Pugliese. Todo empezó a mejorar y Charly dio su show. A partir de ahí, nació este mito que atrae invocar al músico.


Varios años después apareció la estampita, en el festival Buenos Aires Tango que se celebró a finales de febrero de 2001, con una inscripción en su parte trasera que reza:


“Protégenos de todo aquel que no escucha. Ampáranos de la mufa de los que insisten con la patita de pollo nacional. Ayúdanos a entrar en la armonía e ilumínanos para que no sea la desgracia la única acción cooperativa. Llévanos con tu misterio hacia una pasión que no parta los huesos y no nos dejes en silencio mirando un bandoneón sobre una silla”.


Ante cortes de luz, amplificadores averiados, instrumentos perdidos y otras tantas cosas que pueden suceder durante los conciertos o presentaciones, la cábala Pugliese parece estar siempre presente. Por eso, no son pocos los artistas que pegan una de sus fotos en un rincón del camarín.