Tan sólo por un instante, nos remontamos al año 1884, a la zona donde actualmente es el barrio de Almagro. Lugar denominado así gracias al casco de una quinta que pertenecía a Don Juan María de Almagro, un antiguo funcionario español que actuó en los virreinatos y que luego se afincó en ese territorio. Ahora vayamos más precisamente a lo que es hoy la intersección de Av. Rivadavia y Medrano. Por ese entonces, la avenida Rivadavia era un camino de carretas, que unía la Plaza de Mayo con el oeste lejano hacia Flores. Durante la epidemia de fiebre amarilla en 1870 la clase distinguida buscó refugio en las zonas altas, entre ellas Flores, unida a la ciudad por el Ferrocarril Oeste. En 1876 la compañía Anglo Argentina construyó en esa calle Rivadavia uno de los primeros tranvías a caballo. Afloraba una gran etapa de prosperidad económica que produjo una enorme expansión de la ciudad y sus alrededores. Buenos Aires dejaba de ser una “gran aldea”. Pero todavía la esquina de Medrano y Av. Rivadavia era un lugar un poco lejano del incipiente centro urbano, aunque sólo estuviera a cuatro kilómetros de la Plaza de Mayo.
Sorprendentemente, en esa intersección se instala una confitería, con exquisitos detalles de refinada distinción al estilo Belle Époque. Su interior poseía una elegante y lujosa decoración, realizada a base de revestimientos en madera, arañas con caireles, la fachada y mesas con mármol de carrara, con doradas arañas y pisos de mármoles italianos. Y se dice que hasta las sillas y mesas habrían sido traídas de París. Sus dueños era Felman y Rodríguez Acal.
En esa época se proyectaron otros importantes cambios, como la construcción del sótano y la edificación de los pisos superiores. Sin duda fue una gran obra, pero la complicada crisis de 1929, que afectó con dureza a la economía mundial, arrastró a sus dueños a una situación límite. Ya que no pudieron pagar el crédito hipotecario que se había tomado para llevar adelante las modificaciones. La propiedad fue rematada en 1933 y pasó a manos de Mateo Figallo y su familia. Y la confitería siguió funcionando con todo su esplendor.
Innumerables figuras han desfilado por sus mesas, tales como el gran compositor de tango Pascual Contursi, el escritor Roberto Arlt, su colega Alfonsina Storni y el jockey Irineo Leguisamo, quienes fueron clientes habituales. También acudían el historiador Félix Luna y el doctor Arturo Frondizi, y muchas otras personalidades hasta la actualidad.
En su amplio salón fueron filmadas algunas escenas de películas como La Maffia, de Leopoldo Torre Nilsson, y Sol de otoño, de David Kohn.
En el año 1984, “Las Violetas” fue reconocida por el Museo de la Ciudad como "Testimonio vivo de la memoria ciudadana" y fue catalogada como "confitería notable" por la Comisión respectiva.
El 30 de junio de 1998 cerró sus puertas con un cartel en la puerta que decía “cierre por balance”, y lo que parecía un cierre provisorio fue definitivo. Ante los fuertes reclamos de vecinos y el valor histórico de este lugar, la Municipalidad sancionó la Ley 49 declarando a la Confitería “Las Violetas” como Sitio de Interés Cultural, y además sancionó otra ley con su clasificación de Área de Protección Histórica (APH).
Tres años después, el 19 de julio de 2001, ya completamente restaurada con todo su esplendor de antaño, y con nuevos dueños, abrió nuevamente sus puertas. Fue una gran reapertura esperada por toda la comunidad porteña.
Es que cada rincón de esta confitería histórica se ha transformado en propiedad de sus visitantes, cada cuál tiene su recuerdo especial en Las Violetas. Lugar que ha sido y sigue siendo centro de reuniones y de movimientos culturales. Muchos de los visitantes siguen admirando sus vitrales y sus detalles arquitectónicos, mientras disfrutan de sus ricas meriendas, su pastelería y de su gastronomía en general. Porque cada accesorio o pieza de este lugar forma parte del Patrimonio Cultural de Buenos Aires.
Cuenta la historia que en el día de su inauguración, un 21 de Septiembre de 1884, hasta el ministro Carlos Pellegrini, futuro presidente del país, se hizo presente en el lugar, transportado por el tranvía, y acompañado por muchos de sus distinguidos amigos.
Se puede decir que Almagro fue creciendo alrededor de “Las Violetas”. De a poco comenzaron a abrir otras tiendas y comercios, y ya a principios de siglo, la confitería quedó incluida en un nuevo y pujante centro comercial, que ayudo a formar.
Pero un gran cambio comenzó a gestarse en 1928, cuando los dueños contrataron al virtuoso vidrierista Antonio Estruch para que armara los vitrales con piezas traídas de Francia. Estruch ya tenía la experiencia de haberlos realizado para el Café Tortoni.
Referencias y Fotografías:
http://www.lasvioletas.com/nosotros.html
https://www.lanacion.com.ar/sociedad/las-violetas-sus-historias-corazon-almagro-nid2165638/
https://www.buenosaires.gob.ar/noticias/historias-de-mi-comuna-confiteria-las-violetas
https://www.clarin.com/sociedad/portenos-pierden-simbolo-cerro-violetas_0_BkGlTlxyI3l.html
http://www.arcondebuenosaires.com.ar/confi-las_violetas.htm
06/2021