Doña Petrona

Petrona Carrizo de Gandulfo nació en La Banda, Santiago del Estero, el 29 de junio de 1898. Fue la penúltima de siete hijos. Su infancia transcurrió en la capital santiagueña junto a sus padres y hermanos. Su madre, Clementina, fue quien le enseñó a cocinar, comenzando con un postre de hojaldre, como un simple método “para atraer a los hombres”. En varias oportunidades, Doña Petrona decía que aprendió a cocinar no porque le gustara, sino para salir de la pobreza.


Llegó a Buenos Aires con 16 años, para probar suerte. Empezó a trabajar como encargada de cocina en una estancia y se enamoró de Atilio Gandulfo, el administrador. Cuando él consiguió empleo en el Correo Argentino se instalaron en la Capital. Pero luego una enfermedad incapacitó al marido para ser sostén del hogar y Petrona asumió entonces el rol de proveedora. Consiguió que la tomaran como promotora de las nuevas cocinas a gas que fabricaba la Compañía Primitiva de Gas, ubicada en la calle Alsina 1169 en el barrio de Monserrat. El objetivo era impulsar este nuevo modo de cocinar a la vida cotidiana, pues hasta entonces se usaba la estufa doméstica, que funcionaba con carbón o leña.


Con el afán emprendedor que caracterizó su larga vida, Petrona tomó clases de cocina con el chef Angel Baldi (padre de otra cocinera, María Angélica Baldi) en “Le Cordon Blue”, filial argentina de la famosa escuela de gastronomía francesa. De este modo, podía preparar recetas atractivas como parte de la promoción de los artefactos a gas.


Podría trazarse una línea de tiempo entre la carrera de Petrona y la evolución de las formas de cocinar: ya en “Buenos tardes, mucho gusto” -el programa emblemático de las amas de casa de la época, conducido por Ana María Muchnik- fue una de las primeras en probar la batidora eléctrica. Eran tiempos en los que en televisión se cocinaba en vivo: Petrona decía, por ejemplo, “voy a seguir batiendo mientras vamos al corte”. Luego se adaptó también a la heladera eléctrica, a la olla a presión, e incorporó platos con caldo en cubitos y salsa blanca en polvo, muchos de ellos sus sponsors.


El libro de Doña Petrona, de 800 páginas y más de 3.000 recetas” se publicó en 1932 y durante años fue el regalo de bodas obligado para toda mujer que aspirara a ser una buena ama de casa. El libro era una enciclopedia de cocina con más de 500 páginas. Incluía secretos culinarios, consejos para la mujer moderna como organización del hogar y tareas de mantenimiento, y hasta una sección para la mujer que trabajaba y cuidaba de su hogar. Ese libro fue traducido a varios idiomas, incluido el ruso; fue editado más de cien veces, y continúa disponible en las librerías argentinas.


Antes de la televisión Petrona ya había cocinado en vivo para la Compañía Primitiva de Gas en las vidrieras del Bazar Dos Mundos, y esas mismas recetas se publicaban en la revista “El Hogar”. Enseguida, debutó con un programa diario en la radio, primero en Radio Argentina, luego en Excelsior y por último en El Mundo, donde estuvo 25 años.


A la TV llegó en Canal 7, en 1952. Conducía los micros “Variedades hogareñas” en los estudios montados en el Palais de Glace, ubicado en la calle Viamonte 525, del barrio de Recoleta.


Los años 60 trajeron la masividad en el programa televisivo “Buenas tardes, mucho gusto”, que estuvo 22 años en el aire. Siempre acompañada por su inseparable Juanita Bordoy, una muchacha delgada que prácticamente no hablaba y acataba suavemente las órdenes de la estrella del programa. “Juanita, ábrame el horno por favor”, “Siga batiendo”, “Me levanta la manga”, le decía Petrona con la voz firme y su acento santiagueño con el que cortaba cada palabra.


A su audiencia se dirigía en un tono similar. Sabiendo que las cantidades correctas son clave en el éxito de una receta, con el índice en alto aclaraba que “125 gramos es la mitad de un cuarto litro”. Batía, amasaba y -con un talento natural para la cámara- inclinaba las preparaciones para mostrar: “ven, tiene que quedar así”. Recomendaba también ir tomando nota de los ingredientes, para luego controlar las anotaciones cuando Ana María los dictaba, mientras pasaban sobreimpresos en pantalla.


Los nuevos tiempos “saludables” empezaron a reprocharle las cantidades de manteca y huevo que incluía en sus preparaciones. En la década del 70 publicó “Coma bien y adelgace” junto al Dr. Alberto Cormillot, otro personaje de las tardes televisivas.


Cuando se alejó de la TV, siguió dando clases en su cocina-taller de Barrio Norte, ubicado al 1200 de la calle Billinghurst. Vivió sus últimos años al cuidado de Juanita que, según aseguran en su entorno, era la que realmente mandaba en bambalinas y administraba la casa de Olivos.


Petrona también fue una pionera de la interactividad con sus seguidores. Sin Twitter, sin Instagram, página web ni mail, repetía al final de cada receta: “Después escríbanme, me gusta saber cómo les salió”. Siempre hablándoles “a las señoras”, se declaraba “a sus gratísimas órdenes”, con cordialidad provinciana. Y aseguraba que “para consultas rápidas” se la podía llamar ¡por teléfono!, aunque ya para una receta completa, había que dirigirse por carta.


Doña Petrona falleció el 6 de febrero de 1992, a los 95 años. Para ese entonces, ya se había convertido en un mito.


En 2010, la chef Narda Lepes aggiornó sus recetas en un programa del canal El Gourmet. Y en el 2015 se armó un museo con su legado, donde se exhibieron delantales, documentos y utensilios, que estaba situado en la Av. Jujuy 1582, actualmente permanece cerrado.


La imagen y el legado de Doña Petrona permanecieron intactos en las familias argentinas que han pasado sus recetas de generación en generación, pues Doña Petrona es para la cocina argentina lo que a sus respectivos géneros son Quinquela Martín, Canaro o Gardel.