Calle Defensa

Los comienzos de la calle Defensa se remontan a los tiempos fundacionales de Buenos Aires. Para aquel entonces, el “epicentro” de la ciudad fundada por Juan de Garay en 1580, estaba compuesta por la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) y sus manzanas circundantes, que estaban surcadas por arroyos, cañadas y demás derivados que llevaban sus aguas hacia el Río de La Plata. La calle Defensa era entonces apenas un polvoriento camino que partía de la plaza rumbo a los más inhóspitos terrenos. Aquella zona era considerada a “extramuros” de la ciudad, del otro lado de los difusos límites que imponían los circundantes zanjones.


A la altura del cruce con la actual calle Chile se encontraba el temido arroyo “Tercero del sur”. Este arroyo venía del oeste y actuaba como desagüe, por lo que iba derecho y sin freno en busca de las rioplatenses aguas del este. Era tan bravo que, después de las lluvias, hasta llegaba a producir avalanchas, arrastrando cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino, y empantanaba la zona. Al otro lado, aguardaba el llamado Alto de San Pedro, arrabalera zona que, poco a poco, fue poblándose de gente de río y mar: pescadores, marineros, navegantes, mercaderes y todo aquel que hiciera tareas en el puerto de la ciudad. Carpinteros, herreros, changadores, carretilleros y demás jornaleros se sumaron a una lista que, por más de dos siglos, no paró de engrosar sus filas. Desde entonces, algo comenzaría a cambiar en esta gran vía.


Ya adentrados en el siglo XVI, el sendero difícilmente transitable paso a convertirse en un camino medianamente accesible. Aunque, su recorrido de 1500 metros, para ese entonces, era extremadamente largo. De allí que el camino fuera adquiriendo diferentes nombres a lo largo de su trayecto: su primer tramo se llamó “de San Francisco”, por pasar frente al atrio de la así denominada iglesia; luego venía la cuadra “de la Higuera”, no se sabe si su nombre era por un árbol de tal especie o porque allí estaba la casa de don Antón Higuera, vecino de la zona. Seguía luego, el tramo “del Hospital”, por la presencia de tal edificio en la esquina de la actual calle México; y el arroyo, nombrado anteriormente, a la altura de la hoy calle Chile, donde se transitaba por el camino “del zanjón”. Luego, estaba el anterior citado “Alto de San Pedro”, situado a metros de la Parroquia de San Pedro Telmo, que dio nombre al barrio. Este alto con el correr de los años, se convertiría en la Plaza Dorrego. Supo dar tregua y reparo a las carretas que iban y venían de la Plaza Mayor a la zona portuaria, recorriendo nuestra calle protagonista como único camino obligado entre ambos destinos: el Camino Real o Camino del Puerto, nombres que, de voz a voz, se fueron imponiendo entre una vecindad que crecía.


Ya llegado el 1800, a pocas cuadras de “el Alto”, el “transito” se empezó a espesar. Especialmente, transitando por los años 1806 y 1807, cuando los soldados ingleses desembarcaron por el sur y comenzaron a avanzar por esta misma vía,  en ese entonces el Camino Real, hacia la Plaza Mayor. Cuenta la historia que desde las azoteas los vecinos les tiraron agua hirviendo para defender a la ciudad de los invasores. Acción que le quedaría como nombre: “Defensa”. Pero ese definitivo cambio de nombre se decretó un tiempo después, en 1845, y de la mano de Juan Manuel de Rosas. Y allí esta histórica calle comienza a recorrer la etapa del federalismo versus unitarismo.

Dejando atrás la calle Estados Unidos, continuamos la marcha hacia el sur, mientras las chimeneas comienzan a copar nuestros alrededores. Es que en este tramo de Defensa se fueron asentando las primeras industrias de la ciudad. Tras un pasado fabril basado en la producción de ladrillos y cañones, y en la posterior instalación de molinos harineros, llegaba el turno de las industrias de confitería. Allá por 1837, en la esquina noroeste de Defensa y Carlos Calvo, don Carlos Noel instalaba su fábrica de confites “el Sol”. Todo un tributo al esfuerzo de este inmigrante español que, tal vez sin saberlo, sería uno más en miles y miles, después de algunos años.


Aunque en esta etapa los criollos aún son mayoría, instalados cómoda y elegantemente en sus casas de múltiples patios y ambientes. Hasta que un imprevisto, que marchó rápido e inesperado, cambió todos los planes. En febrero del año 1871, la epidemia de fiebre amarilla comienza a avanzar. Es así que estas familias criollas acomodadas emigran hacia los  futuros barrios del norte de Buenos Aires, y el silencio se adueña de las inmensas residencias, tan sólo por unos años, hasta convertirse en los conventillos albergantes de las numerosas familias de inmigrantes llegados a Buenos Aires a fines del 1800. Este nuevo panorama comienza a poblar la fisonomía de la extensa calle Defensa, y la de ese barrio que la ha convertido en su arteria más sensible. Casi detenida en el tiempo, la calle Defensa todavía evoca esas memorias de arrabal.


En la actualidad, la calle Defensa sigue siendo la arteria vial que recorre el centro histórico de la ciudad de Buenos Aires. Desde hace unos años, se ha hecho muy conocida por haberse transformado en un importante centro turístico, debido a su importancia histórica y cultural. Los fines de semana, se transforma en peatonal en casi toda su extensión.


En el cruce con la calle Adolfo Alsina se conservan sitios históricos en cada esquina: los Altos de Elorriaga (noroeste), la Plazoleta San Francisco (nordeste), la Basílica San Francisco y Parroquia San Roque (sudeste) y la Farmacia La Estrella (sudoeste). La antigua casa de Elorriaga (año 1808) y la farmacia (fundada en 1834, con edificio actual de 1895) son propiedades del Museo de la Ciudad, que se encuentra a pocos metros (Defensa 219) en la antigua Casa de los Querubines (año 1894).


En la tercera cuadra, pasando la calle Moreno, está en el número 350, la casa donde habría nacido Bernardino Rivadavia, primer presidente argentino en 1829. A pocos metros, en el número 372 está la Casa de la Defensa (propiedad de Télam), que funcionó como arsenal de guerra durante las invasiones inglesas. Ambas son casas de fines del siglo XVIII, y la casa de Rivadavia ha sido modificada para alojar en sus fondos un estacionamiento, aunque se dice que en la estructura sobreviviente se han llegado a encontrar paredes de ladrillos de adobe unidos con bosta.


En la esquina con la Avenida Belgrano se encuentra el Convento de Santo Domingo, con la Basílica Nuestra Señora del Rosario que se inauguró parcialmente en 1773 con una sola torre, y que resistió los bombardeos ingleses. La segunda torre se terminó recién en 1849. Allí descansan los restos del prócer Manuel Belgrano.


En el número 535 se encuentra el “Centro Cultural Plaza Defensa”, inaugurado en 1989, y en la esquina sudeste con la calle México se encuentra el antiguo edificio de la Casa de la Moneda, que data de 1881, hoy se encuentra ocupado por el Instituto de Historia Militar Argentina, al 628. Una cuadra después, la calle Defensa se cruza con la calle Chile, que se ensancha en este tramo como resabio del antiguo arroyo Tercero del Sur, citado anteriormente. Ahí, frente a un edificio de departamentos hay una pequeña estatua que representa al personaje de historietas Mafalda, ideado por el dibujante Quino. Allí Defensa ya entra en el barrio de San Telmo.


A partir de esta importante arteria comienza la zona de mayor movimiento turístico, que tiene su núcleo en la Plaza Dorrego (esquina con la calle Humberto 1º). Allí se suceden galerías, locales de antigüedades y puestos de artesanos y artistas con largos años en el barrio de San Telmo, además de artistas y músicos callejeros que los fines de semana muestran sus habilidades al público. A pocos metros de llegar a la calle Carlos Calvo está uno de los accesos del Mercado San Telmo, ampliado en 1930, donde aún se venden frutas, verduras y carne, y que, en los últimos años, se ha transformado en un pequeño polo gastronómico.


Frente a la Plaza Dorrego se encuentra la galería El Solar de French y una gran cantidad de restaurantes y pubs que los fines de semana utilizan la plaza para instalar sus mesas, junto a los bailarines y músicos callejeros. También se reúne desde 1970 la Feria de Cosas Viejas y Antigüedades, impulsada por el exdirector del Museo de la Ciudad, el arquitecto José María Peña. En el número 1179 funciona el Pasaje de la Defensa, una galería en la restaurada casa que fuera de la familia Ezeiza, y data de la década de 1880.

A partir de la calle Brasil, Defensa bordea el Parque Lezama, antigua quinta de dicha familia y, antes, propiedad de familias inglesas. La viuda de Gregorio Lezama cedió los terrenos a la Municipalidad porteña a cambio de que el parque llevara el apellido de su marido. Dentro del parque, en el número 1652, está la antigua casona Lezama, sede del Museo Histórico Nacional, desde 1897.


En este tramo final, ya en el barrio de Barracas desde la Avenida Caseros, la calle es ancha, aún tiene en su adoquinado las vías del tranvía, y baja la cuesta del área baja que antiguamente inundaba el Riachuelo con sus crecidas. Al cruzar la Avenida Martín García, la calle se ensancha aún más y cambia su nombre por Avenida Regimiento de Patricios.


Sin duda, la calle Defensa es un lugar obligado de la ciudad para recorrer y palpitar su extensa historia, de la cuál quedan todavía queda muchos registros que provocan un gran encanto.